Abordar nuestra epidemia de mortalidad materna

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Estamos enfrentando una crisis de mortalidad materna en los Estados Unidos. Y para las madres afroamericanas, es una epidemia. ¿Y cual es una de las razones principales? El racismo. Añade tu nombre si estás de acuerdo: Es hora de responsabilizar a los sistemas de salud y demandar un cambio, porque las vidas de mujeres dependen de ello.

Este plan fue publicado originalmente como parte de la campaña presidencial de la senadora Elizabeth Warren.

Publicado originalmente en Essence el 30 de abril 2019

Tenía 21 años cuando me enteré que estaba embarazada. Como millones de mujeres, me sentí como si estuviera atrapada en una montaña rusa que acababa de despegar y no tenía salida. Sentí alegría, miedo y curiosidad, y algunas veces sentí las tres emociones al mismo tiempo.

Desafortunadamente, a pesar de décadas de progreso, aproximadamente 700 mujeres continúan muriendo cada año debido al embarazo o complicaciones durante el parto en Estados Unidos, haciéndonos uno de los trece países donde la tasa de la mortalidad materna ha empeorado en los últimos 25 años. Estamos enfrentando una crisis de mortalidad materna en este país.

Y para las madres afroamericanas, particularmente las que viven en áreas rurales, es una epidemia.

Las estadísticas muestran que las mujeres afroamericanas son de tres a cuatro veces más probables de morir a causa del embarazo o el parto, que las mujeres blancas. Esta tendencia persiste aun teniendo los mismos ingresos y el mismo nivel de educación. ¿Una de las mayores razones? El racismo.

En un reporte detallado, la organización ProPublica encontró que la mayor parte de los fallecimientos maternos son prevenibles, pero décadas de racismo y discriminación significan que a menudo doctores y enfermeras no les dan prioridad a los problemas de salud de mujeres afroamericanas de la misma forma que a otras mujeres.

Estos son problemas estructurales que requieren soluciones estructurales, y como lo han hecho tantas veces en el pasado, las mujeres afroamericanas y activistas lideran el camino. Viudas, madres y grupos como Black Mamas Matter Alliance, MomsRising y March of Dimes exigen acciones concretas para revertir estos resultados mortales. La Alianza para la Innovación en la Salud Materna (AIM, por sus siglas en inglés) está desarrollando herramientas para salvar vidas y eliminar disparidades raciales. Los legisladores en Texas y California están recolectando datos e implementando las mejores prácticas nuevas. Algunas ciudades están probando si cubrir los servicios de comadronas o parteras puede ayudar.

En el Congreso, la senadora Kamala Harris tiene una propuesta sensata para abordar el racismo estructural que pone a mujeres afroamericanas y a sus bebés en riesgo, y para mejorar la coordinación de la atención médica que reciben. Igualmente, el senador Cory Booker tiene un proyecto de ley para ampliar Medicaid para las madres. La congresistas Lauren Underwood y Alma Adams crearon recientemente el Caucus de Salud Materna Afroamericana. 

Yo apoyo estos esfuerzos y tengo una idea adicional: Debemos responsabilizar a los sistemas de salud para proteger a las madres afroamericanas. 

Mi estrategia aplicará métodos al cuidado materno, aprendidos de reformas exitosas y hechos posibles a través de la Ley de Cuidado de Salud Asequible (ACA, por sus siglas en inglés), que ya están revolucionando otros tipos de procedimientos, como los reemplazos de articulación o el cuidado cardíaco. Las evaluaciones rigurosas muestran que estas nuevas reformas prometen grandes avances. Y la salud materna ya ha sido identificada como una de las áreas más importantes para la ampliación de estas reformas.

En lugar de tener que hacer pagos separados por cada visita o procedimiento, estos nuevos modelos establecen un precio para un “episodio” de tratamiento completo de cuidado, y luego hacen que los sistemas de salud se hagan responsables de asegurar buenos resultados. Los datos muestran que estos llamados "pagos agrupados" brindan a los sistemas de salud mayores incentivos y un mayor control para mejorar los resultados.

En la atención de maternidad, los sistemas de salud tendrían la flexibilidad de cubrir servicios claves, como visitas prenatales y posparto, exámenes de hipertensión y depresión, y apoyo de comadrona y lactancia, en función de su efectividad, no de su tasa de reembolso. Los resultados podrían monitorearse durante un período de tiempo significativo después del nacimiento, para garantizar que las mujeres y los bebés se mantengan saludables durante el período posparto, y los sistemas de salud podrían ser presionados a crear mayor diversidad en la fuerza laboral para que los equipos de atención se parezcan más a las comunidades a las que sirven.

Si los sistemas de salud son capaces de coordinar su atención y mejorar los resultados en general, como el aumento de las tasas de supervivencia, reduciendo la cantidad de complicaciones y reduciendo la brecha de mortalidad y morbilidad entre las mujeres blancas y las mujeres de color, pueden ganar una bonificación. Si el cuidado no mejora, serán presionados a mejorar, pero no serán dejados sin apoyo. Pagar por una mejor atención significa recompensar los excelentes sistemas de salud e identificar, invertir y exigir más a los que prestan un servicio deficiente. 

Sin duda, estas reformas tienen límites. No pueden alcanzar todas las causas subyacentes de estas desigualdades. No sustituyen el tipo de acceso garantizado y comprensivo a la atención de salud general y reproductiva para las mujeres mucho antes del embarazo. Y deben diseñarse y monitorearse cuidadosamente para evitar consecuencias no deseadas.

Los sistemas de salud necesitarán recursos para implementar las mejores prácticas basadas en evidencia. Determinando cuáles resultados deben ser medidos y exactamente como un “episodio” de parto debe ser definido requerirá contribuciones extensivas. Las reformas deben, por ejemplo, tener en cuenta el perfil y el volumen de la población de pacientes de un hospital, reconocer que diferentes hospitales están configurados para proporcionar diferentes niveles de atención de maternidad, recompensar a los proveedores que atienden a los pacientes con más complicaciones y dejar espacio para lugares que no son hospitales, donde muchas madres reciben su atención médica. Como las reformas del ACA, estos cambios deben ser evaluados rigurosamente antes de implementarse a nivel nacional. 

En todas estas decisiones, las mujeres que dieron a luz, experimentaron complicaciones y perdieron a sus bebés, en particular las mujeres de color, y los familiares que perdieron a sus seres queridos no solo deberían estar en la mesa de decisiones, deberían ser los que toman las decisiones.

Premiando a los sistemas de salud que continúan manteniendo a nuestras madres saludables, presionando para la implementación de mejores prácticas que ayuden a las madres de color, reduciendo las desigualdades raciales y también responsabilizando a los hospitales y equipos del cuidado por los fracasos prevenibles, podemos salvar las vidas de mujeres y demandar un cambio. Las mujeres afroamericanas no deberían tener que desarrollar planes de parto elaborados ni desembolsar personalmente miles de dólares para obtener mejor asistencia en el hospital para garantizar que sobrevivan a la experiencia del parto. Ya hemos observado suficiente los efectos del racismo en nuestro sistema de cuidado de salud y es hora de demandar mejores resultados.